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Certificada por KRI

Miembro de IKYTA

Profesora Acreditada

Practicante SNR Acreditada

Miembro de SNR España

Yoga Kaline Spanish


 
   
   

 

No es ningún secreto, que a la edad relativamente joven de 27 años, perdí completamente el control de mi vida y fui testigo impotente de como mi cuerpo, poco a poco, dejó de funcionar. Cuando cumplí los 28, ya no podía procesar la mayoría de los alimentos, sufría episodios frecuentes de desmayos súbitos y, según dijo un médico en Londres, "tenía los signos vitales de una paciente enferma de 80 años de edad". Estaba habitualmente sin aliento y sin mucha capacidad de respuesta inmune. En muchas ocasiones se me deformaba la cara de un día para otro sin que nadie pudiera identificar lo que desencadenaba estas reacciones; después de comer ciertos alimentos, la piel de la cara se me arrugaba como si envejeciera de pronto 30 años. Hay que vivirlo para creerlo y los que me rodeaban lo vivieron conmigo. A los 29 años también perdí la voz, la habilidad de proyectarla y ser escuchada, rindiéndome, incapaz de continuar mi carrera como actriz. Por si fuera poco, esto ocurrió inmediatamente después de recibir mis primeras grandes oportunidades profesionales y de haber firmado con la Agencia William Morris, a los 26 años. En pocas palabras, estaba "fracasando" públicamente, al menos dentro de mi mundo profesional…

En primer lugar, se hizo muy difícil filmarme, dadas las deformaciones imprevisibles de mi cara. Las sesiones fotográficas se hicieron igualmente difíciles de llevar a cabo y de programar. Me aterrorizaba comprometerme con un trabajo concreto porque no podía tener bajo control las "transformaciones" que afectaban tanto a mi rostro como a mi voz. Después se hizo imposible escucharme en el escenario. De cualquier forma, era casi imposible reunir la fuerza necesaria para presentarme en el escenario. Sentía que había perdido toda la creatividad, siempre preocupada por posibles manifestaciones inoportunas en mi cuerpo. Adapté mi profesión para acomodarla a mis limitaciones físicas. Entré al mundo del doblaje, donde pensé que el uso de un micrófono podría solventar alguno de los problemas. Pero también en este caso me convertí rápidamente en la pesadilla de los técnicos de sonido. Recuerdo una dolorosa ocasión en particular, tenía que doblar a Courtney Cox en una película donde interpretaba a un personaje ciego. En una escena, ella estaba siendo atacada y gritaba para salvar su vida. Así intenté hacerlo yo, con la boca pegada al micrófono. Cuando el técnico de sonido reprodujo la pista, sonó distante, como si hubiera sido grabado a 100 metros del micrófono. Fue un shock personal. En medio de mi absoluta desesperación y vergüenza, tuvimos que hacer muchos, muchos intentos, hasta conseguir una grabación decente. Esta pesadilla duró años. Años formados de largos días, semanas y meses…

Qué evento me llevó a este drama – fuera de un contexto profesional - no es importante. Todos tenemos nuestras historias y traumas. Todos somos instrumentos en la vida para el desarrollo del destino, uno con los otros, ya sea para lo que es, aparentemente, “bueno” o “malo”. Es suficiente decir que un choque emocional debido a una pérdida, fue el detonante para el acúmulo de todos los otros golpes y decepciones que había estado aguantando dentro de mí, inconscientemente, desde la infancia, y bastó para que me desmoronase. Fue "la gota que colmó el vaso". ¿Suena familiar? Día a día, encuentro historias similares por doquier.

Comencé una exhaustiva búsqueda de alguna respuesta por todas partes. Busqué y busqué; desde el mundo “tradicional” (probé hacer psicoterapia, un psicoanálisis clásico), hasta el mundo esotérico (fui estudiante y miembro del Colegio de estudios psíquicos de Londres durante un tiempo), a lo místico, la religión, el enfoque holístico...Probé una forma japonesa del budismo, probé con el "yoga". Al principio, mientras estaba todavía viajando con motivo de mi carrera, conocí varias tradiciones espirituales, en Australia, Tailandia, Inglaterra, Francia y con nativos americanos en los Estados Unidos. Con cada intento, conseguía un alivio temporal, pero nada definitivo y mis esperanzas se veían frustradas al despertar varios días seguidos con aspecto de “Quasimodo".

Finalmente, descorazonada, estando una vez de visita en mi casa, en California, me encontré con Sat Nam Rasayan®, el sistema de sanación conectado con el Kundalini Yoga. Debido a que no había podido dormir durante varias semanas, una amiga (1) me recomendó una sesión de sanación y por eso fui a una clase como "conejillo de Indias" del sanador (2). Fue un reconocimiento inmediato: una calma interna, una suspensión del tiempo. Sentí que podía respirar plenamente por primera vez en muchos años. Algo en mí reconoció el "espacio" creado por el sanador y lo sentí como la promesa de poder reconectar de nuevo con una parte de mí misma perdida hacía ya mucho tiempo. Después de unas semanas asistí a un taller intensivo con el Maestro (3) de esta disciplina de sanación, que se encontraba en Italia. Otra vez de regreso en California, poco después, me convencieron para ir a una clase de Kundalini Yoga ofrecida por “el Maestro Yogui Bhajan". No esperaba nada de otra clase de yoga más. Pero esta clase resultó ser interesante y diferente de lo que había probado antes. No recuerdo mucho de lo que dijo “el maestro”, pero sí como me impactó su presencia. Después de la clase, mi amiga me presentó a ese hombre intimidante e imponente. Inesperadamente, para mi sorpresa, le dijo que yo era su amiga y "una gran sanadora". Yogui Bhajan me analizó de arriba abajo y, sorprendiéndome todavía más, respondió: ”parece que es cierto”.

Con estas palabras comenzó un viaje increíble de aprendizaje, disciplina, auto-descubrimiento y finalmente, de salvación y segundas oportunidades, bajo el tutelaje del Maestro.

No fue siempre fácil, pero ha valido la pena. Me enfoqué en estudiar y practicar como sanadora, mejorando mi salud simultáneamente. Pronto estuve lo bastante bien como para aparecer en algunas obras y empezar a conectarme otra vez con el mundo de la actuación. Tenía la intención de reanudar mi carrera como actriz. No tenía ningún deseo de enseñar yoga. Para profundizar en mi curación y mi práctica como una sanadora profesional certificada, continué estudiando Kundalini Yoga, lo cual, a su vez, trajo más claridad a los "por qués" y los "cómos" de mi propia historia.

Cuando Yogui Bhajan murió, sentí que necesitaba encontrar otra manera de seguir aprendiendo y decidí matricularme en la Formación de Profesores de Kundalini Yoga. Con el tiempo, y antes de que me diera cuenta, había completado todos los niveles de Formación de Profesores y más: hoy en día, he completado cada uno de los programas que se ofrecen por KRI (4).

Llegó un día que reconocí que estaba completamente curada. Avanzando rápidamente hasta el día de hoy: puedo subir rápidamente los cinco tramos de escaleras de casa de mi amiga Chantal con dos maletas pesadas, mientras ella recuerda que antes necesitaba detenerme en cada uno de los pisos durante varios minutos para recuperar el aliento, aunque no llevara peso adicional. Nunca más me han dicho que no se me puede oír, incluso cuando doy una clase a 60 personas en un salón de baile (algo que ocurrió recientemente – no había ni pensado en solicitar un micrófono, para la sorpresa de los organizadores). Aparento más joven que en aquellos años de “enfermedad”. Hasta los médicos dicen ahora que tengo las signos vitales de una mujer más joven.

Esto es, verdaderamente, un “dulce final" a esos años de pesadilla.

Siento un profundo agradecimiento y lealtad al Maestro y a la tecnología del Kundalini Yoga. Admiro el valor, la dedicación y la perseverancia que tuvo Yogui Bhajan para enseñar esta ciencia abiertamente. Enseño hoy a través de esta gratitud, y para expresar el entusiasmo y el amor que viven dentro de mi.

   

 


 

(1) Simran Kaur, una amiga desde los 19 años, sanadora de Tetha Healing®
(2) Hari Nam Singh, Sanador y Profesor de Sat Nam Rasayan®.
(3) Guru Dev Singh, único Maestro de Sat Nam Rasayan®, un gran Sanador y Yogui, de reputación internacional
(4) Kundalini Research International
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